De vuelta al asfalto

2007, mi mejor verano del segundo milenio, los seis una ful comparados con éste.

Conocí al verdadero Álex y a Troll, su Dogo de Burdeos; también a Manuhell, con el que vi La Carta Esférica (con rodaje en Cabo de Palo); me reencontré con Carlitos Celdrán, quien fuera mi mejor y más peculiar amigo, después de justo una década de aquel momento en el que el amor saltó por los aires y dinamitó la festivalera pandilla cabopalera; disfruté de la family y de mi primacho más que otras veces. 

Si dinamita amistades será entonces pseudoamor. 

Con un nombre u otro de lo que se trataba era de un total movidón. 

No es que idealice los 80-90, que también, pero es que además yo el 2000 lo empecé pesadillesko total. Heartbreaking.

Pero con el 7 se acabó el rollo, ha sido una sorpresa volver a encontrar todo lo que creía que el segundo milenio me había chorizado después de darme esta playa tantos veranos repletos de magia. 

Nunca podrá ser como antes, pero este verano, en algún momento y sin aviso, me sorprendí al respirar la misma mezcla de salitre, amoríos dopantes y hermandades de transfusión inagotable sobre soles desmelenados... Los olores son lo único que pueden transportarte definitivamente. Y yo ya no esperaba nada excepcional, tal vez por no buscarlo lo he dejado venir. 

Con bañarme cada día ya me parecía un lujo, porque eso sí, como me falte el mar me ahogo. Ya nunca podré ver el cabo de palos de antes. Pero sé que puede ser diferente, y valorando esa diferencia, asumiendo nuevas etapas, puede ir mejor. No siéndolo, no es ésa la meta, no hay meta porque nada puede superarlo. Sino volviéndose, llegando a ser, en el camino, siempre que allí siga el mismo mar.

A poder ser con más tiburones y menos construcciones.