¿Todas las enfermeras son guays?

Apenas un par de d铆as en un hospital son suficientes para ambicionar la salud a toda costilla.
Sab铆a que el estar pendiente del gotero y de retirar los pipises nocturnos a mi madre me impedir铆a pegar ojo, lo que no imaginaba yo es que los mism铆simos cuidadores me lo pondr铆an tan dif铆cil.
La 煤ltima noche que hab铆a velado a un enfermo en un hospital hac铆a ya much铆simos a帽os, cuando mi peque帽o primo Samuel tuvo un accidente con su vespino, ten铆a yo una edad entonces que de invadirte el cansancio pod铆as quedarte dormida encima de los altavoces. Por no tener ning煤n mal recuerdo de aquella noche no sab铆a lo pesadillesco que pod铆a ser una noche de hospital, desde su voraz frialdad crom谩tica hasta su desangelada carencia en las terapias m谩s sencillas y beneficiosas: ¿Qu茅 tal si en un lugar tan necesitado de paz mental no se practica, al menos a ciertas horas, un respeto reverencial al silencio?, y ya que no es as铆, ¿por qu茅 no lo sustitu铆mos por uno de los poderes m谩s curativos? M脷SICA.
Imagin茅 al lado de cada camilla unos auriculares petados de decenas de estilos y miles de posibilidades, en ese momento me pareci贸 una cojonuda manera de no zamparse los pedos y lamentos de todo aquel pobre que no pudiera evitarlos. Pudiendo tirar tambi茅n de aroma y cromoterapia a un baj铆simo coste en cualquier hospital p煤blico, ¿por qu茅 segu铆a consider谩ndose la medicina tradicional un Dios al que, a la hora de la verdad, ni de co帽a hay que sugerirle alternativa alguna? Es perturbador cuando las mejoras est谩n tan cerca pero la consagraci贸n de lo tradicional es de tal magnitud que cualquier cambio sustancial, por poco riesgo que suponga, resulta a ojos de la mayor铆a un suceso de lo m谩s extravagante.
Eran las cuatro y media cuando cre铆a que me dorm铆a y una enfermera irrumpi贸 en la habitaci贸n como quien entra en un corral para comprobar si hemos puesto ya los huevos. Nuestra compa帽era de habitaci贸n hab铆a solicitado su ayuda educada y silenciosamente, y la ayuda quiso llegar de tal forma que no dud谩ramos de su intenci贸n. Esto es, si nos necesit谩is haremos el suficiente acto de presencia como para que ni por un momento dudes de nuestra dedicaci贸n; con la dedicaci贸n ocurre como con el amor, es preferible menos pero de calidad, que mucho y malo.
Para m铆 el sue帽o es uno de los actos m谩s personales y placenteros, tal vez el que m谩s; entiendo que intimides con un desconocido pero me parece descabellado que compartas el sue帽o y cama ni con tu mejor amigo.
As铆 que cuando aquella enfermera entr贸 a esas horas dejando la puerta abierta, encendiendo todas las luces y hablando sin bajar el tono quise raparle las cejas y con el gotero tatuarle PEACE en la frente. 
Pero respir茅 hondo y me convenc铆 de que este proceder no era por sistema, que se tratar铆a de la persona en s铆 o del momento, que llevar铆a prisa la pobretica, que bastante presi贸n soportan. 
Van pasando los cuartos de hora y observo, con las tres enfermeras (la ni帽a, la pinta y la carabela gospel), que casi siempre se repite un patr贸n con un total cantazo de semejante absurdo: la enfermera no est谩 para intentar crear un equilibrio en las habitaciones que le sea posible, la enfermera lo que quiere es, m谩s que nada, ¡HACERSE LA GUAY! 
La enfermera-mod茅lica-estratosf茅rica dedica cuerpo y alma al paciente que primero la solicite, da igual que sean las siete de la ma帽ana, no se baja la voz, no se lleva el m铆nimo cuidado al mover objetos y no hay problema para despertar al Paciente2, porque de lo que se trata es precisamente de eso: de hacer creer al Paciente1 que dentro de un magn铆fico cuidado est谩 no tener en consideraci贸n la tranquilidad del Paciente2, es un golpe de efecto que funciona al pelo con los enfermos m谩s desesperados, el pasotismo moment谩neo hacia el que no ha solicitado enfermera es enfermizo. Lo m谩s absurdo llega cuando a los quince minutos Paciente2 solicita ayuda y se convierte as铆 en Number-one, el proceso se repite a la inversa y el otro Paciente y su acompa帽ante han sido abruptamente despertados de la manera m谩s rid铆cula, por la falta de sentido com煤n de sus propias cuidadoras. Un sistema con el que bien podr铆an putearse mutuamente si en la misma habitaci贸n cayeran dos tontos muy tontos. Y no deber铆amos sorprendernos de que hubieran tantos cuando los m谩s preparados dan ejemplo cada d铆a a dos cent铆metros de tu cama. Supongo que no todas son as铆, m铆nimo hay una excepci贸n llamada Esther Lucas.

Lo bueno de lo malo es poder disfrutar esos contrastes que, tarde o temprano, siguen a cualquier contratiempo. Ver amanecer desde la ventana de la sexta planta, bajar en un amplio ascensor vac铆o que te conducir谩 a abandonar el edificio, dejarse despejar por el dulce guantazo del madrugador fr铆o. Me dirijo andando a mi casa donde nada m谩s llegar achuchar茅 a Kuko y a Maddy, un colacao caliente y una cama m谩s c谩lida me achuchar谩n a m铆. Mi 煤ltimo y alucinado pensamiento recuerda a todos esos hombres y mujeres que sin escapatoria no pueden refugiarse ni siquiera en el silencio,
ya estoy en mi hogar y en mis mantas,
quedo dormida antes de poder compadecerme.


Raquel Berm煤dez Gonz谩lez
LaRakeLa.com 2009



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