DEMIAN
Entonces consegu铆 comprender a Pistorius y reconstruir ante mis ojos su sue帽o:
el de ser sacerdote, predicar la nueva religi贸n, instaurar nuevas formas de fervor, de amor y adoraci贸n, crear nuevos mitos. Pero esto no era su fuerza ni su misi贸n.
Le gustaba demasiado permanecer en el pasado; conoc铆a demasiado bien lo pret茅rito, sab铆a demasiadas cosas de Egipto, India, Mitra y Abraxas. Su amor estaba atado a im谩genes que el mundo ya conoc铆a y 茅l sabia, en el fondo mejor que nadie, que lo nuevo deb铆a ser diferente, que deb铆a brotar de suelo virgen y no de los museos y de las bibliotecas. Su misi贸n era quiz谩s ayudar a los hombres a encontrarse a s铆 mismos, como me hab铆a ayudado a m铆, pero no era darles lo ins贸lito: los dioses nuevos.
En estos momentos tuve una certeza fulminante: cada uno ten铆a una «misi贸n»,
pero 茅sta no pod铆a ser elegida, definida, administrada a voluntad. Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No exist铆a ning煤n deber,ninguno, para un hombre consciente, excepto el de buscarse a s铆 mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia adelante sin preocuparse de la nieta a que pudiera conducir. Aquel descubrimiento me conmovi贸 profundamente; 茅ste fue el fruto de aquella experiencia. Yo hab铆a jugado a menudo con im谩genes del futuro y so帽ado con papeles que me pudieran estar destinados, de poeta quiz谩, de profeta, de pintor o de cualquier otra cosa. Aquellas im谩genes no val铆an nada. Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar; ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas s贸lo pod铆an surgir marginalmente. La misi贸n verdadera de cada uno era llegar a s铆 mismo. Se pod铆a llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal; eso no era asunto de uno: a fin de cuentas, carec铆a de toda importancia. Lo que importaba era encontrar su propio destino, no un destino cualquiera, y vivirlo por completo. Todo lo dem谩s eran median铆as, un intento de evasi贸n, de buscar refugio en el ideal de la masa; era amoldarse; era miedo ante la propia individualidad. La nueva imagen surgi贸 terrible y sagrada ante mis ojos, presentida m煤ltiples veces, quiz谩 pronunciada ya otras tantas, pero nunca vivida hasta ahora. Yo era un proyecto de la naturaleza, un proyecto hacia lo desconocido, quiz谩s hacia lo nuevo, quiz谩s hacia la nada; y mi misi贸n, mi 煤nica misi贸n, era dejar realizarse este proyecto que brotaba de las profundidades, sentir en m铆 su voluntad e identificarme con 茅l por completo.
Esto, y s贸lo esto, era mi oficio.
"DEMIAN" (Hermann Hesse)