LA ELEGANCIA DEL ERIZO
"¿C贸mo transcurre pues la vida! D铆a tras d铆a, nos esforzamos valerosamente por representar nuestro papel en esta comedia fantasma. Como primates que somos, lo esencial de nuestra actividad consiste en mantener y cuidar nuestro territorio de manera que 茅ste nos proteja y halague, en subir o no bajar en la escala jer谩rquica de la tribu y en fornicar de cuantas formas podamos -aunque no fuere m谩s que en fantas铆a tanto por el placer como por la descendencia prometida. Para ello, empleamos una parte nada desde帽able de nuestra energ铆a en intimidar o seducir, pues ambas estrategias bastan para asegurar la conquista territorial, jer谩rquica y sexual que anima nuestro conatus. Pero nada de todo ello lo percibe nuestra conciencia. Hablamos de amor, del bien y del mal, de filosof铆a y de civilizaci贸n, y nos aferramos a esos iconos respetables como la garrapata a su perrazo caliente.
A veces sin embargo la vida se nos antoja una comedia fantasma. Como sacados de un sue帽o, nos observamos actuar y helados al constatar el gasto vital de energ铆a que requiere el mantenimiento de nuestros requisitos primitivos, inquirimos estupefactos d贸nde ha quedado el Arte. Nuestro frenes铆 de muecas y miradas nos parece de pronto el colmo de la insignificancia, nuestro c谩lido nidito, fruto del endeudamiento de veinte a帽os, una vana costumbre b谩rbara, y nuestra posici贸n en la escala social, tan duramente alcanzada y tan eternamente precaria, de una zafia vanidad. En cuanto a nuestra descendencia, la contemplamos con una mirada nueva y horrorizada porque, sin el barniz del altruismo, el acto de reproducirse se nos antoja profundamente fuera de lugar. S贸lo quedan los placeres sexuales; pero, arrastrados en la corriente de la miseria primigenia, vacilan ellos tambi茅n, pues la gimnasia sin el amor no encuentra cabida en el marco de nuestras lecciones bien aprendidas.
La eternidad se nos escapa. Tales d铆as en los que naufragan en el altar de nuestra naturaleza profunda todas las creencias rom谩nticas, pol铆ticas, intelectuales, metaf铆sicas y morales que a帽os de educaci贸n y de cultura han tratado de imprimir en nosotros, la sociedad, campo territorial agitado por grandes ondas jer谩rquicas se sume en la nada del Sentido. Adi贸s a los pobres y a los ricos, a los pensadores, a los investigadores, a los dirigentes a los esclavos a los buenos ya los malos, a los creativos y a los concienzudos, a los sindicalistas y a los individualistas, a los progresistas y a los conservadores; ya no son sino hom铆nidos primitivos cuyas muecas y sonrisas gestos y adornos, lenguaje y c贸digos inscritos en el mapa gen茅tico del primate medio, s贸lo significan esto: representar su papel o morir.
Esos d铆as uno necesita desesperadamente el Arte. Aspira con ardor a recuperar su ilusi贸n espiritual, desea con pasi贸n que algo lo salve de los destinos biol贸gicos para que no se excluya de este mundo toda poes铆a y toda grandeza.
Entonces uno toma una taza de t茅 o ve una pel铆cula de Ozu, para retraerse de las lidias y las batallas que son los usos y costumbres reservados de nuestra especie dominadora, y para imprimir a este pat茅tico teatro la marca del Arte y sus m谩s grandes obras."
LA ELEGANCIA DEL ERIZO, Muriel Barbery
A veces sin embargo la vida se nos antoja una comedia fantasma. Como sacados de un sue帽o, nos observamos actuar y helados al constatar el gasto vital de energ铆a que requiere el mantenimiento de nuestros requisitos primitivos, inquirimos estupefactos d贸nde ha quedado el Arte. Nuestro frenes铆 de muecas y miradas nos parece de pronto el colmo de la insignificancia, nuestro c谩lido nidito, fruto del endeudamiento de veinte a帽os, una vana costumbre b谩rbara, y nuestra posici贸n en la escala social, tan duramente alcanzada y tan eternamente precaria, de una zafia vanidad. En cuanto a nuestra descendencia, la contemplamos con una mirada nueva y horrorizada porque, sin el barniz del altruismo, el acto de reproducirse se nos antoja profundamente fuera de lugar. S贸lo quedan los placeres sexuales; pero, arrastrados en la corriente de la miseria primigenia, vacilan ellos tambi茅n, pues la gimnasia sin el amor no encuentra cabida en el marco de nuestras lecciones bien aprendidas.
La eternidad se nos escapa. Tales d铆as en los que naufragan en el altar de nuestra naturaleza profunda todas las creencias rom谩nticas, pol铆ticas, intelectuales, metaf铆sicas y morales que a帽os de educaci贸n y de cultura han tratado de imprimir en nosotros, la sociedad, campo territorial agitado por grandes ondas jer谩rquicas se sume en la nada del Sentido. Adi贸s a los pobres y a los ricos, a los pensadores, a los investigadores, a los dirigentes a los esclavos a los buenos ya los malos, a los creativos y a los concienzudos, a los sindicalistas y a los individualistas, a los progresistas y a los conservadores; ya no son sino hom铆nidos primitivos cuyas muecas y sonrisas gestos y adornos, lenguaje y c贸digos inscritos en el mapa gen茅tico del primate medio, s贸lo significan esto: representar su papel o morir.
Esos d铆as uno necesita desesperadamente el Arte. Aspira con ardor a recuperar su ilusi贸n espiritual, desea con pasi贸n que algo lo salve de los destinos biol贸gicos para que no se excluya de este mundo toda poes铆a y toda grandeza.
Entonces uno toma una taza de t茅 o ve una pel铆cula de Ozu, para retraerse de las lidias y las batallas que son los usos y costumbres reservados de nuestra especie dominadora, y para imprimir a este pat茅tico teatro la marca del Arte y sus m谩s grandes obras."
LA ELEGANCIA DEL ERIZO, Muriel Barbery
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