Recuerdo esta película como una avalancha de descubrimientos maravillosos. El cine mostraba en una película para todos los públicos a la mujer más sexy del mundo, el anodino cuento del hombre capaz de matar por su princesa se versionó para que en lugar de morir de amor muriéramos de risa. El príncipe no era rico ni guapo, sino tan increiblemente único que todas y todos soñamos con que apareciera un Gene Wilder y se quedara para siempre. Los más pequeños vivimos la importancia de la música en el cine, supimos, al rojo vivo, lo que significaba una gran banda sonora.
Con tantas tetas y culos explotando por las pantallas of the universe, no sé si nos impresionaría esta película de haberse hecho hoy en día. Afortunadamente se hizo en el momento perfecto.

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