¿Para qué sirve un BLOG?

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De lo que más he disfrutado desde niña ha sido bailando y escribiendo.

Con el primer disco (Like a Virgin) y mi primer diario imaginaba entonces una vida futura donde expresarme y explayarme sin noción alguna de la virtualidad, la imaginación se basaba en hechos contundentes y concretos por imaginarios que fueran.

Me gustaría pintarme como uno de esos  bebés melómanos que tras el tercer potito ya manejaban vinilos, pero no nos engañemos, la mayoría comenzamos a comer sólido a través del pobre cassette. Y además debíamos ahorrar. 
Antes de conseguir dinero para el primer radiocassette y su Like A Virgin, bailaba gracias a que un familiar me pagaba clases en academias hasta aprobar el examen de la Escuela de Arte Dramático y Danza, donde aguanté tres cuartos de telediario.

Mientras que en las academias se nos motivaba y se nos recompensaba por las incansables horas (y por el pago mensual xD) a través de actuaciones en lugares como el Auditorio Parque Fofó o el Teatro Romea (aún recuerdo esa inseguridad excitante), el Conservatorio se especializaba en experimentar de forma gratuita con nuestra resistencia física y psicológica; una dureza complicada de entender con nueve años, más si el entorno personal no es reforzante.
Yo entendía la música y la danza como una inagotable fuente de placer y liberación, no como un sacrificio que nos pone sin descanso a prueba, para ponerme a prueba ya había otras cosas.


Abandoné mi pasión danzarina y guardé celosamente las fotos de aquellas actuaciones ilusionantes. Sin duda prefería el tembleque de piernas por salir a un escenario que por el agotamiento de profesoras mecánicas y programadas, y es que incluso las ineludibles clases de solfeo resultaban mucho más creativas que la permanente rigidez de nuestros cuerpos. Puede que incluir unos minutos de expresión corporal libre hubiera bastado para hacer entender a las niñas que la danza constituía muchas más cosas que una paralizadora disciplina.


Dejé las clases pero nunca dejé de bailar. Seguí bailando y escribiendo. Bailando sin parar en la calle, escribiendo constantemente sobre lo que nos ocurría en esas calles. No sabemos de qué van las cosas, sólo sabemos que unas cosas nos llevan a otras. A mí me llevó a conocer a cierta personas, ciertos ambientes e inciertas noches que no acababan jamás.

A pesar del ritmo frenético, acabé mis estudios del insti e incluso aprobé a la primera selectividad, algo incomprensible teniendo en cuenta el poco tiempo que dedicábamos a algo tan importante.

Presumo de haber estudiado en el genuino instituto EL CARMEN situado en calle Princesa, primer instituto construido en la Región de Murcia, frente al Floridablanca, primer jardín con titularidad pública de todo el país. 
Gracias a la encantadora vida carmelitana y al apoyo de mis abuelos (residían desde los años 60 en Ricardo Gil y más tarde en Torre de Romo 3), nos adaptamos tras  llegar muy pequeños de una grandiosa Sevilla natal.

Mucho que ver tuvo que tanto en el colegio EL CARMEN como en el Instituto del mismo nombre tuvimos profesores espectaculares. 
Guardo un recuerdo increíble de todos, especialmente de "las dos Josefinas" (Filosofía), nuestro profe de Latín y catedrático Don Juan Manuel López López (humildad, sabiduría y ternura infinita) y Doña Conchita Morales, profesora y catedrática de Griego, a la que tendríamos que dedicar un post entero para poder rozar su humanidad, entre otras cosas observaba silenciosa cómo entrábamos a un examen con cara de haber pasado las últimas 12 horas haciendo de todo menos estudiando. Su falta de juicios hacia nosotros y su cariño de corte clásico hizo que acabáramos esforzándonos en la más difícil asignatura por veneración a ella, como resultado secundario sacamos las notas más altas de selectividad en Griego. Y digo resultado secundario, porque lo que transmitía esta señora en sus clases está muy por encima de todos esos conocimientos que con el tiempo es inevitable olvidar.
No conocí un educador que nos cojeara, todos ellos fueron profesionales que en mi recuerdo trascienden su profesión, y conforman una base maravillosa para aquellos años en los que nos íbamos formando como personitas.

Pero entonces no éramos consciente de ello, las aulas eran muchas veces apetecibles a modo de refugio, pero no el lugar favorito. La calle era la máxima caña, era absolutamente todo, ¿dónde vas? Me voy a la calle, y uno la absorbía hasta el punto de percatarse de una nueva farola enferma o un viejo árbol que de repente se había encendido: era nuestro facebook, nuestro meetic, MySpace, emule, soulseek; es decir, no era nada de esto, pues todo era.

Tras la intensidad callejera llegó, de repente, la virtualidad de "el estar sin estar", una tendencia que si bien es esquivable es la esencia del brusco cambio que hemos vivido esa generación que aún en plena juventud hemos pasado de encontrarnos en la calle y vivir en ella  nuestras experiencias marcadoras a tener todos los dispositivos localizadores a mano para encontrar la manera de no reencontrarse.
La casualidad como única magia capaz de dar vida a un trasnochador evento, entre irrepetible y poco probable.
Antes de que llegara la juguetona virtualidad de las redes ya me había tropezado con amagos supuestamente más consistentes, personajes y situaciones a modo de boceto y poco interactivos, preámbulo de la era que estaba a punto de explotar para todos.

En esa inestabilidad sentimental y motora estaba, experimentando lo que toca a esa edad, la insoportable levedad de ser seudoreal, cuando te toca elegir carrera. Me matriculé en filología hispánica porque quería escribir mientras seguía bailando. Allí no se escribía nada, abandoné y de nuevo presente la libertad no del todo aprovechada y su atractiva excitación de no encontrar sentido a actuar como se debe.

 Pasaron entonces unos poquitos años hasta que contratamos Internet en el 2002, utilicé la red para desmarcarme de las atípicas situaciones sobrevividas, quise comprobar si realmente existían criaturas comprometidas y prometedoras o si sólo era cosa de mi sustancial consumo de cine y libros en las horas bajas de otros consumos. Aquellos primeros años de experimentación social-cibernética fue lo más lisérgico que probé jamás, sin duda hubiera sido preferible una década más de permanente parálisis en el parking del "Vatios" o camino del "Yin Yang" o cualquier otro antro...

Tras esos primeros años de tontear con la parte más facilona del descubrimiento, desperté de un fostiazo y decidir apostar por la parte más poderosa: las infinitas posibilidades "DoItYourself" de la virtualidad.

Lo haría yo misma, parte de lo que quería y no había encontrado lo crearía yo hasta creerme su existencia, entre otras cosas escribiría un blog.

Mi blog recoge todo aquello que me estimula y de lo que quiero atesorar pruebas para presente y recuerdo, pues el tiempo cabalga demasiado rápido en nuestra memoria y en sus estragos. No está centrado en atraer visitas tanto como en la creación de una caja fuerte pública en la que archivar, con una mezcla de orden y diversión, intereses, vivencias propias y lo que tenga de enriquecedor la vivencia ajena.
Aunque no deja de ser una Red Social, lo es en menor grado en su parte negativa. En las redes sociales populares es más habitual publicar condicionado por lo que buscan los demás que por lo que buscas en ti mismo, que no tiene por qué ser nada del otro mundo. A veces uno sólo busca archivar y ordenar, y en eso un blog es un cuadernito muy práctico.

Este cuaderno moderno está dedicada a cuatro mundos que me han empujado para que la superación no fuera jamás una obligación, sino una constante tenaz, rebelde y divertida.

A la música y el baile, por sentirlo como lo más vivo del mundo, con Madonna y la música electrónica en el epicentro.

A los animales, el misterio más íntegro y cálido al margen de la enrevesada y fragmentada emocionalidad humana.

A cualquier autor de cualquier obra artística que nos permita salir de la sobrevalorada realidad.

A los niños, de los que he sido desde los 17 profe particular de Primaria y Secundaria. Los amigos más fieles y transparentes, los grandes maestros que nos salvan de lo que creemos saber.

Raquel Bermúdez González, 2013
LaRakeLa.com

Madonna en 1983 llevando falda creada por sus amigos Vivienne Westwood & Keith Haring.
 DO IT YOURSELF... or YOUR FRIENDS.





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