UN HOMBRE DE VERDAD

diseño Oscar Wilde: 
WILDEXPRESS YOURSELF


Por los siglos de los siglos, con amén o sin él, la mujer ha representado toda categoría emocional con cero matices y el hombre se ha servido de ese vulnerable "estatus" cuando le ha interesado pertenecer a él.
Las razones para fingir tal sensibilidad son variadas y generalizar es, además de injusto, aburrido. Todas hemos conocido casos excepcionales tan maravillosos que mejor nos vendría no hacer otra cosa que centrarnos en ellos. 

Pero juguemos de vez en cuando a generalizar porque sigue habiendo una brecha tocha entre la emocionalidad masculina y femenina. Que esa brecha sea salvable depende de la categoría humana y SIN GÉNERO de cada parte. Es decir, de su transparencia, de su falta de empatía, de su deseo de apoderarse de la razón ya sea hiriendo, de sus habilidades comunicativas, de sus complejos, de su autoestima, en fin, de su salud mental y las prioridades que ésta organiza. Hay que estar algo loco y loca para dañar intencionadamente lo que en realidad quisimos abrazar.

Al hombre le sigue intimidando mucho (¿durante cuántos siglos más?) que las mujeres puedan ser emotivas y combativas a la vez, puedan llorar sin complejo pero también imponer sus reglas en el preciso instante que se acaba el llanto. El narcisismo malinterpreta que esas lágrimas femeninas, o ese enfado, o esa decepción que ella ha expresado, tienen como autoría a él mismo, y en esa bufada darse la importancia de considerar a la otra su víctima, con lo que deja de interesarle, de atraerle la pieza de caza, ya está abatido el animal.
La simpleza cazadora pocas veces contempla que esas emociones femeninas pertenecen a la propia riqueza de cada una, y que provocar una reacción defensiva no habla de tu poder como conquistador, sino del poder de la otra persona para no dejarse someter ni con sutilezas.
No es necesario que las circunstancias sean graves, basta con que sean opacas para que la intuición femenina se ponga en alerta pues, por modernas y liberadas que nos sintamos, arrastramos siglos de movidones silenciados.
Súmate además ahora los 
electro-cambios que circundan las relaciones, el concepto de lealtad y las facilidades para hacer trueque con deseos inmediatos. 

El nuevo género inteligente, el nuevo hombre y la nueva mujer, "El Hombre de Verdad" de aquellos Dinarama, empieza a entenderlo, empieza a entender que éste no debe apropiarse de todo hasta adueñarse de la expresividad de la mujer. 
Empieza a valorar lo que éstas han sido capaz de cuidar y contener, ahora ya no sólo para sobrevivir, sino para activarse poderosas en un sentido mucho más amplio de lo que ha sido capaz la estrategia masculina. 


Raquel Bermúdez González
LaRakeLa.com







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