RAY LORIGA por los aires.

Paseaba esta fant谩stica ma帽ana bajo del sol de Cabo de Palos con mi hermano Samu, Pilar y nuestra peque帽usa Claudia cuando vemos q un hombre en apariencia no especialmente interesado en la liberaci贸n del papel y que a煤n no ha cumplido los 70, busca cualquier cosa en un contenedor de reciclaje para meter un macetero que sostiene en la mano. Sin cortarse ni un cuarto de cana vac铆a el contenedor de papel; cajas, bolsas y peri贸dicos salen volando. Tal vez fuera por imaginarlos en el mar o por mi ausencia de resaca al no salir anoche que me envalentono a recogerlo todo, el caso es que me he puesto a ello y entre las revistas que he tirado hab铆a un semanal que decido reciclar, vamos, que me lo pillo by patilla reciclante.
 Nada m谩s comer he buscado de nuevo el sol, lo he abierto y he encontrado esta maravilla.

NO HAY QUE AMAR COMO LOS NI脩OS
"¿Y si dejas de susurrar? ¿De exigir de escudri帽ar, de manosearlo todo? ¡Qu茅 cansado! Y qu茅 aburrido. ¿Y si aparcas las intenciones, las malditas met谩foras, las conclusiones, la arrogancia y la iron铆a? ¿Y si creces de una vez? Sentado en la cocina, no precisamente el cuarto m谩s caliente de la casa, me dispongo a querer de veras, aunque para ello tenga que poner el coraz贸n de una vez por todas en su sitio. Te veo claramente, apenas desfigurada, que dec铆a 脡ludard. No m谩s trucos, el tiempo de jugar a bandoleros ha pasado. Me veo obligado a hablar por m谩s que no diga nada importante, ni interesante siquiera, Qu茅 remedio. No estar茅 solo si puedo evitarlo, y puedo evitarlo si quiero evitarlo. No voy a callarme precisamente ahora. S贸lo los ni帽os se aprovechan del silencio para darse lustre, para hacerse notar, para esgrimir sus precarias razones. Los hombres hablan aun a su pesar y se condenan a vivir con lo dicho, con lo hecho, no hay otra manera de vivir.

Sentado en la cocina, me dispongo a renunciar a la grotesca impostura de querer en sue帽os, a la francesa. Una disposici贸n muy noble, s铆 se帽or, una que ya demoraba su presencia. La espalda recta, el 谩nimo bien despierto, resuelto. Se enciende y se apaga la caldera, obligada por su eficiente termostato, calentando el sal贸n, el estudio, el dormitorio, pero no hay radiadores en la cocina. El fr铆o ayuda, espabila, obliga al coraz贸n a dejarse de tonter铆as. El fr铆o es la mar de saludable en asuntos de amor. Hay que tomarse estas cosas con rid铆cula seriedad o no mencionarlas en absoluto. Si hay que hacer m谩s caf茅, se hace, cualquier cosa con tal de evitar que nos venza el cansancio. No desfallecer es lo esencial, llegados a este punto. Bien mirado, no es de extra帽ar el desastre que me precede, nunca antes demostr茅 tal entereza; me conformaba, supongo, con el rumor infantil de las enso帽aciones, con la temperatura amable y enga帽osa de las habitaciones m谩s calientes de la casa. No era capaz entonces de soportar el fr铆o, me quejaba, como los ni帽os que protestan por cualquier cosa y lo desean todo sin desear nada y se aburren a cada rato de sus regalos nuevos. Pero ese tiempo ya ha pasado, este tiempo es otro. Ni sanvalentines, ni pu帽etas. Ni cartas de amor, ni zarandajas. Ni licores, ni flores. Un caf茅 m谩s y a lo que 铆bamos.

Sentado en la cocina ya no imagino nada y me remito a los hechos. Hay datos exactos, pruebas, decisiones tomadas. No me tiemblan las manos a la hora de dar pu帽etazos en la mesa, el ruido de los nudillos contra la madera se extiende por el pasillo, es muy posible que lo escuches. No lo hago por distraerte, sino para darme la raz贸n, para decirme que s铆, que es cierto. No estoy ya para andar como los gatos, en silencio y como quien no quiere la cosa. Puedo hablar en voz alta y lo hago. Si de amar se trata, amemos, pero no como los ni帽os, o los poetas. Sin gemidos ni reproches, sin desmayos, sin se帽uelos. Que no se diga que el tiempo nos pasa por encima para nada. La paciencia humana tiene sus l铆mites y la m铆a est谩 agotada. No mentir茅 de nuevo, las herramientas a cierta edad deben sustituir a los juguetes, tambi茅n ha cambiado el tama帽o de nuestros dedos. Dejemos que la edad haga su trabajo.

Ya no es posible pretender amar solo en febrero, ni al tunt煤n de la luna y las mareas. Si se apagan las velas, que se apaguen; si se mueren las rosas, que se mueran; si se pierde un guante, bien perdido est谩. Nada se parece a ti, y por tanto me parece conveniente no compararte con nada. M谩s que harto estaba ya de la traici贸n g茅lida de los espejos. De la trampa y el cart贸n de los misterios y la coqueter铆a boba de las leyendas, los laberintos, los crucigramas.

Sentado en la cocina y apoyada la espalda contra el fr铆o real, me dispongo por fin a quererte, pero no como los ni帽os, no con ese amor caprichosamente desesperado, no entre los tesoros que en realidad no tengo, sino en serio.

Con las palmas de las manos hacia arriba y los ojos bien abiertos."

RAY LORIGA

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