No entiendo absolutamente nada de aviación, no sé en qué se basan las prácticas, así q tal vez lo de ayer es normal pero a mí me ha parecido cualquier cosa menos eso. Un avión gris y rojo desde las 2 de la tarde dando vueltas en un pequeño círculo que abarcaba el meollo del pueblo: puerto, paseo marítimo y acantilados. Así que ahí estábamos bañándonos cuatro gatos, disfrutando de la tranquilidad que ahora mismo toca, cuando llega el bicharraco ese y se adueña de toda la zona con un ruido insoportablemente prepotente. Anda que no hay cielo, al menos una hora se ha tirado haciendo círculos sobre nuestro melón, haciendo algunos movimientos y "bajadas" a lo top-gun, pa que te acercas, bonico? ¿esperas que lo flipemos tanto como para saludarte desde el agua? Como no entendía por qué no se iba me ha dado por imaginar que no abandonaba la zona por problemas técnicos, no he dudado en aterrorizar a mi acompañante, veremos si este pajarraco no se nos cae encima. Y aunque en el fondo no creyera que tuviera problemas, verlo que no salía de esa espiral y que tal espiral estaba precisamente encima nuestra no hacía descartar la posibilidad de caída libre. Ya me imaginaba yo a su compi diciéndole, sigue sin alejarte del cabo, nene, que si te piñas sobre tierra firme la lías parda y así te localizamos antes.
Me lo tomo con humor pero lo cierto es que me encanta mirar el cielo y no encontrar allí a nadie. Me deleita la superioridad posicional y artística de las nubes. Que invadan de manera insistente aquellos espacios que no pertenecen a nadie es algo que vemos demasiado normal, como si por no ser de nadie carecieran de valor. Cuando es justo lo contrario. Pero estamos demasiado ocupados luchando por tener cosas sólo propias: una persona adosada por contrato, un coche, una casa y, si se puede por qué no, marcarte el vacileo con un avionaco.

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