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El instinto protector, la necesidad de sentirse útil y la sensibilidad para captar las injustas condiciones de los más desprotegidos desconectan de las peligrosas clasificaciones del razocinio y sólo aprovechan de la razón la condición de benevolente superioridad que asegura en las personas más inteligentes emocionalmente. Por lo que todos los que seguís ese patético discurso de que, por normal general, los que adoramos a los animales lo hacemos en perjuicio de los niños que mueren de hambre, culpándonos de situar a éstos en un nivel inferior, sois de una estupidez de lo más violenta. 
Como estúpido es creer que los que aman a los animales tienen algo que ver con los coleccionistas de perros de raza o los afectados por el síndrome de Noé o cualquier persona que puede alimentar una patología tanto a través de los los animales como a través de cualquier campo de cultivo que se le ponga por delante.
Sentir compasión por los animales no es una obligación, pero sí deberías sentirte obligado a no juzgar a quienes se compadecen de ellos.
Si no eres capaz de entender lo que he escrito ten la prudencia al menos de cerrar el pico y la manopla, de no censurar a quienes trabajan por provocar recortes en el sufrimiento, ten la prudencia de que tu inutilidad dé el menos cantazo posible.


Un bombero del “Montgomery fire rescue” salva la vida a un cachorro que cae en una alcantarilla.

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